- La primera (La Vila) cuenta con el pecio romano visitable más importante del Mediterráneo; mientras que la segunda atesora la mayor concentración de barcos hundidos de diferentes épocas frente a sus costas
- Ambas son dos de los pilares fundamentales del Plan de Arqueología Subacuática de la Comunidad Valenciana 2014-2015 que impulsa la Generalitat Valenciana en la provincia de Alicante en colaboración con otras administraciones y entidades
- El plan incluye también un inventario de los barcos hundidos de la Primera Guerra Mundial y la carta arqueológica de la Bahía de Alicante-L’Albufereta
Sin dinero que seguir invirtiendo -o malgastando, según se mire- en grandes eventos y proyectos con los que atraer a más turistas, la Generalitat Valenciana ha echado una mirada al fondo del mar. Y lo que ha encontrado es un riquísimo patrimonio arqueológico que poner en valor, potenciar y exportar al mundo. Y ya de paso con el que atraer miradas, muchas miradas, y que requiere inyecciones económicas muchos más asequibles. El presidente Alberto Fabra ha presentado este miércoles el Plan de Arqueología Subacuática de la Comunidad Valenciana 2014-2015 que se centra en la provincia de Alicante y que tiene en La Vila Joiosa y Dénia dos de sus pilares fundamentales.
Fabra ha escogido La Vila Joiosa para dar a conocer este plan que entronca con el Nacional de Protección del Patrimonio Subáctico Español, aprobado en 2009. Y no es casual porque sus fondos marinos cobijan el pecio romano más importante del Mediterráneo, el Bou Ferrer, que en breves fechas se convertirá en el primer Bien de Interés Cultural (BIC) submarino de la Comunitat. El proyecto singular reservado para este pecio en el Plan de Arqueología pasa por reforzar este año el cerramiento de protección del navío y por desarrollar la cuarta campaña de excavación.
La capital de la Marina Alta, por su parte, atesora frente a sus costas la mayor concentración de barcos hundidos de diferentes épocas de toda la región valenciana. Por eso la Generalitat, con este plan, busca verificar los datos de yacimientos de la carta arqueológica subacuática, de la mano del museo de Dénia.
Con estas credenciales es lógico que ambas tengan un lugar destacado en el plan, junto con la Bahía de Alicante-L’Albufereta, de la que se va a realizar la carta arqueológica subacuática en colaboración con el MARQ. La cuarta pata de este plan es un proyecto relacionado con el centenario de la Primera Guerra Mundial.
Porque atendiendo la llamada de la UNESCO a realizar acciones relacionadas con esta conmemoración se va a poner en marcha un proyecto de documentación y un inventario sobre los barcos hundidos frente a las costas de la provincia durante la contienda. Según han explicado los técnicos del MARQ responsables del proyecto, se tiene constancia de que bajo las aguas de Alicante hay “dos docenas” de naves de la Primera Guerra Mundial, todas ellas del bando aliado y hundidas por submarinos alemanes que “hicieron una escabechina”. Y es que esta fue la guerra en la que los submarinos se estrenaron “como arma”. De ahí que los barcos carecieran de sistemas para detectar y repeler sus ataques. Y no sólo se hundieron barcos de guerra, también “convoys de abastecimiento y aprovisionamiento”.
LA VILA, un tesoro de 30 metros visitable y sepultado 2.000 años
El patrimonio de la antigua Allon no está sólo bajo los adoquines de la zona centro de La Vila Joiosa, donde hasta hace unos años se escondía unas termas imperiales, vías o necrópolis. También está bajo las aguas de su bahía. Ese tesoro, el mayor pecio de época romana en excavación del Mediterráneo, llegó a La Vila Joiosa por los avatares meteorológicos.
Porque la ruta original entre Gades -Cádiz- y Roma que debía seguir esta embarcación de 30 metros de eslora no incluía la costa de la entonces Allon. Se cree que cuando viajaba en dirección a Baleares un temporal lo desplazó de su ruta y acabó hundiéndose a menos de un kilómetro de la orilla con todo su cargamento: 2.500 ánforas con alimentos en su interior, como ‘garum’, una salsa de pescado muy apreciada durante la época del Imperio y no al alcance de todos.
Al igual que su llegada dos milenios antes, también su descubrimiento fue casual. Fueron los buceadores José Bou y Antoine Ferrer quienes dieron con él, hundido a apenas 24 metros de profundidad. Es justamente esa cercanía a la superficie lo que añade aún más valor a este pecio, ya que es de fácil acceso para su investigación de detalle. De él se ha logrado extraer información para documentar un periodo de la historia naval romana que todavía permanecía en blanco.
Ahora además, se ha convertido en el primer pecio visitable en España. Curante los meses de julio y agosto, también está al alcance del público en general a través de las visitas guiadas submarinas a sus restos para buceadores deportivos. Su próxima declaración como BIC le dará un plus de protección y será compatible con las futuras campañas de excavaciones que a buen seguro se sucederán en el Bou Ferrer.
DÉNIA, dos mil años de arqueología submarina
Que las costas de Dénia alberguen el principal fondo de arqueología subacuática de la Comunidad no es extraño: su puerto registró un denso tráfico marítimo a lo largo de dos mil años. En parte, debido a la importancia económica y política que alcanzó la ciudad en algunos periodos históricos y, también, porque sus diferentes dársenas, emplazadas en un lugar estratégico muy próximo a las Baleares, siempre ofrecieron un refugio natural entre los rocosos acantilados del cabo de Sant Antoni.
Hay constancia de numerosos pecios ya desde la época romana, cuando Dianium fue un próspero puerto comercial que exportaba diversos productos –en especial vino y salazones– a otros lugares de Hispania y a la propia Roma. Se han documentado numerosos barcos comerciales de esa época hundidos sobre todo al Norte del Puerto. Los expertos creen incluso que en el subsuelo del actual barrio de Baix la Mar –ganado al Mediterráneo con el devenir del tiempo– se hallan buques naufragados de la era romana.
El vínculo entre Dénia y el mar siempre fue poderoso. El puerto islámico se erigió en un gran centro comercial y militar durante la época de la taifa de Daniya y continuó registrando un tráfico notable bajo la Corona de Aragón, como lo prueban los graffitis encontrados en las murallas del castillo y que representan galeras y galeotes de esa época. También mantuvo su importancia marítima en el transcurso de las guerras napoleónicas y muy especialmente a finales del siglo XIX, durante la exportación de la pasa, cuando numerosas fragatas partían desde la ciudad rumbo a Europa y Norteamérica.
De todas esas épocas se han hallado vestigios en el fondo del mar. También incluso de la Guerra Civil. La necesidad de un mapa arqueológico subacuático es evidente si se tiene en cuenta que siguen apareciendo restos de barcos naufragados, hallados bien por buzos –como sucedió en 2007, 2010 y 2011– o devueltos por los temporales (2010).
La fatalidad del naufragio siempre ha estado muy enraizada en la memoria colectiva de la ciudad. Épico es por ejemplo el hundimiento de la fragata Guadalupe en 1799, durante la guerra con Inglaterra. Asediada por dos navíos británicos, la Guadalupe acabó destrozándose frente a las rocas de Les Rotes. De aquel dramático suceso aún se recuerda una copla popular:
“La fragata Guadalupe/lleva mucha fantasía/y al cabo de San Antonio/misericordia pedía”.
Fuente: La Marina Plaza
http://lamarinaplaza.com/2014/07/31/la-vila-y-denia-capitales-de-la-arqueologia-subacuatica/
Publicado Jueves 31 de julio 2014
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