Las investigaciones sobre el pecio Nuestra Señora de Guadalupe han llevado a excavar en Nuevo Baztán para confirmar que transportaba cargamento de vidrio bohemio de contrabando
Por: Mónica Arrizabalaga
Fuentes:
- https://www.abc.es/cultura/abci-republica-dominicana-pueblo-madrid-ruta-inversa-navio-naufragado-siglo-xviii-202201241414_noticia.html
- https://headtopics.com/es/de-rep-blica-dominicana-a-un-pueblo-de-madrid-la-ruta-inversa-de-un-nav-o-naufragado-en-el-siglo-xv-23640395
Las investigaciones sobre el pecio Nuestra Señora de Guadalupe han llevado a excavar en Nuevo Baztán para confirmar que transportaba cargamento de vidrio bohemio de contrabando
Nuestra Señora de Guadalupe, ocurrido en 1724 en la bahía de Samaná (República Dominicana), no podía imaginarse que sus pasos les devolverían a tierras españolas, a excavar a apenas 50 kilómetros de Madrid. Los caminos de la Arqueología son a veces inescrutables. En Nuevo Baztán, la villa fundada a principios del siglo XVIII por Juan de Goyeneche, han buscado restos de su antigua fábrica de vidrio y sus hallazgos les han confirmado lo que ya barruntaban. Los 364 vasos de cristal y otras piezas que el barco transportaba a escondidas no procedían de este centro de producción español, por lo que «eran contrabando, ahora sabemos que se fabricaron en Centroeuropa, que eran bohemios», explica el arqueólogo Carlos León Amores.
La investigación que ha conducido a destapar este delito, prescrito hace siglos, parece propia del CSI. Los vasos se encontraron en perfecto estado en la sección de popa, en filas de quince piezas directamente sobre la madera del casco, un lugar recóndito que ya levantó sospechas. Además, no figuraban en el registro de carga. Estudiando sus decoraciones, vieron que se parecían mucho tanto a los vidrios que se comercializaban por aquel entonces en Bohemia como a los de la fábrica de vidrios de San Ildefonso, creada por Felipe V en Segovia, pero pronto averiguaron que ésta no echó a andar hasta 1727, tres años después del hundimiento del barco. Si procedían de España, tenían que haber salido de la fábrica de Nuevo Baztán, donde se realizaban piezas muy parecidas. De hecho, algunos de los maestros vidrieros que después trabajarían en la Granja procedían de esta factoría madrileña.
La ubicación de los hornos de Nuevo Baztán se desconocía, sin embargo, y no se habían documentado vidrios que pudieran atribuirse a esta fábrica, salvo dos de dudosa procedencia. El equipo del Proyecto Galeones de Azogue pidió permisos para excavar en Nuevo Baztány junto a especialistas de la empresa Reno Arqueología llevaron a cabo una prospección geofísica y unos primeros sondeos en el parque público situado en la trasera de la gasolinera del pueblo. En este lugar la historiadora Beatriz Blasco había situado con mayor probabilidad el complejo textil.
«Nos aparecieron unos muros, que podrían corresponder al edificio que tenía los hornos de vidrio, y en una de las zonas encontramos muchos vidrios sueltos. De ahí hemos podido hacer unos análisis y una comparativa que nos dice que los del Nuevo Baztán y los del Guadalupe no tienen nada que ver. Con lo cual descartamos esta vía y confirmamos que son vidrios de Centroeuropa que iban de contrabandoporque Felipe V prohibió que se comercializaran en América vidrios centroeuropeos llegados en barcos españoles. Por eso no aparecían en el listado de carga», explica Carlos León.

Ilustración que reproduce el Nuestra Señora de Guadalupe – Proyecto Galeones de Azogue
Proyecto Galeones de Azogue
Es una de las principales aportaciones del estudio ‘El naufragio del navío Nuestra Señora de Guadalupe y el transporte de azogue en el siglo XVIII’, que este arqueólogo ha publicado en el último número de los Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid. También ha identificado correctamente un botijo de Vilafranca del Penedés, que anteriormente se creía que estaba hecho en Puebla (México), y ha averiguado detalles sobre el teniente general Baltasar de Guevara, comandante de la malograda Flota de Azogue de 1724, como la partida de bautismo en la que consta que este hijo de nobles solteros fue bautizado en la madrileña iglesia de San Martín como Baltasar, Melchor, Gaspar. Solo después del matrimonio de sus padres figuró con su verdadero nombre.
El azogue, un producto estratégicoEl Nuestra Señora de Guadalupe capitaneaba la flota que partió de Cádiz el 11 de julio de 1724, cargada con mercurio de las minas de Almadén (Ciudad Real) con destino a Veracruz (México). «El azogue se convirtió en un producto estratégico para la Corona española desde el descubrimiento de la amalgamación del oro y la plata», explica León Amores. Se conseguía y se limpiaba tanto oro y plata en América, sobre todo en Nueva España, como mercurio era capaz España de llevar hasta allí. «Cada dos años, desde 1700, se está enviando una flota con 2, 3 o 4 barcos cargados con mercurio, sobre todo para las minas de México», añade el arqueólogo. En el primer cuarto del s. XVIII, han contabilizado seis Flotas de Azogues, que transportaban entre 5.000 y 10.000 quintales (entre 230 y 460 toneladas) cada una.
La de 1724 nunca llegó a su destino. El 23 de agosto de ese mismo año, una tempestad empujó hacia los arrecifes al Nuestra Señora de Guadalupe y a su nave almiranta, el San Joseph, conocido comoConde de Tolosa. Este último, que había sido comprado a Francia, chocó con un bajo y se hundió violentamente mientras que el Guadalupe quedó encallado cerca de la costa dominicana. Más de 600 personas del Tolosa y unas 82 del Guadalupe perdieron la vida en el naufragio o en la dura travesía a pie que emprendieron los supervivientes por la costa dominicana en busca de ayuda.

El arqueólogo y buceador Alejandro Selmi del ProyectoGaleones de Azogue trabajando sobre el Guadalupe – Carlos León
Durante siglos su historia cayó en el olvido hasta que en 1976 se localizaron los restos del Guadalupe en una zona de arrecifes en la costa de Miches, a unos seis metros de profundidad. Inicialmente, el Gobierno dominicano concedió permiso al cazatesoros Tracy Bowden para extraer los objetos que considerara de interés, a condición de que entregara el 50% de las piezas y sobre el resto se reservó el derecho de adquirirlas. León Amores cree que muy poco de lo que encontró el buscador de tesoros acabó en manos privadas porque las autoridades dominicanas le canjearon prácticamente todo por monedas del Conde de Tolosa, localizado por Bowden en la misma zona. El arqueólogo calcula que «más o menos un 90% de lo que se sacó» está en el Museo de las Atarazanas Reales, sobre todo, y en el de Faro a Colón.
Del 10% del material rescatado restante nada se sabe. «Se habrán comercializado sobre todo monedas, porque nos sorprendió que hubiera tan pocas en el barco, probablemente alguna joya… pero no sabemos con exactitud lo que falta porque no hay ningún inventario de lo que se rescató», se lamenta este experto. Es una triste consecuencia de confiar una misión así a un cazatesoros. Además, «la falta evidente de metodología arqueológica de este rescate impide hoy reconstruir muchos capítulos esenciales de la historia de este yacimiento».
La vida a bordoAún con todo, el equipo del Proyecto Galeones de Azogue formado por León Amores, Cruz Apestegui y Manu Izaguirre ha podido estudiar en los últimos años tanto las circunstancias del naufragio como la construcción naval en la transición entre los siglos XVII y XVIII, la forma en que se transportaba el mercurio, o la vida a bordo en los navíos españoles de la época.

Carlos León, en el Museo de las Atarazanas Reales – Proyecto Galeones de Azogue
Entre los numerosos utensilios y objetos personales de la tripulación y el pasaje del Nuestra Señora de Guadalupe figuran desde las toscas cerámicas en las que comían los marineros a la tecnología más avanzada de la época reflejada en un valioso reloj de mesa de la marca londinense Windmills. Los investigadores han descubierto en el registro de carga una mención al pago de un dinero por el envío de un reloj de mesa que iba a ser regalado al obispo de Puebla. «Creemos que probablemente se refiera a ese reloj porque es muy especial».
Los objetos religiosos encontrados entre los restos del Guadalupe (una benditera, una imagen de San Antonio de Padua, medallas y medallones) evidencian que un grupo de franciscanos embarcó en el navío. Carlos León los ha examinado uno a uno, como ha hecho con las monedas para averiguar de qué ceca procedían. Hasta los huesos de animales que el cazatesoros desechó en su rescate han arrojado valiosa información sobre cuántas ovejas, cabras, cerdos o vacas había en el barco, cuántos iban vivos y cómo se consumían. El sinfín de detalles ahora conocidos conforma una imagen mucho más precisa del día a día en un navío como el Guadalupe.
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