Un buzo italiano dice haber hallado en Cerdeña el Submarino P311 británico. Según las primeras especulaciones, sus tripulantes se asfixiaron después de que se hundiera
Corría el frío mes de diciembre de 1942, tres días después de Navidad para ser más exactos. Una época dura para los aliados en las aguas. Y es que, los sumergibles alemanes y sus tácticas de «Manadas de lobos» (o ataque en grupo a convoyes enemigos) habían logrando bloquear parcialmente el envío de suministros por mar a Gran Bretaña, que se veía asfixiada por el hambre.
MANUEL P. VILLATORO – ABC_Historia
En esas andaba la guerra cerca del Canal de la Mancha, el centro de los cambates marítimos en Europa. Sin embargo, no fue allí donde desapareció el submarino británico P-311, sino que lo hizo a miles de kilómetros de su casa, cerca de Cerdeña. Y de forma misteriosa, pues nunca se supo más de él. Hasta ahora se desconocía que había sucedido con este submarino inglés y con los 71 marineros que vivían en sus entrañas. Tan solo se sabía, de hecho, cuál había sido su última misión: acabar con dos buques italianos.

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Sin embargo, ahora -73 años después de que el P-311 desapareciese sin dejar rastro- el destino ha querido desvelar al fin qué es lo que sucedió con aquellos 71 valientes que -día tras día- se introducían en un gigantesco armatoste de metal para sumergirse varios metros bajo los mares.
Y es que un buzo italiano llamado Massimo Bondone dice haber descubierto los restos del P-311 a 80 metros de profundidad cerca de la isla de Tavolara (en Cerdeña). Y no solo eso, sino que -según ha explicado al diario italiano «La Nuova Sardegna»- ha podido confirmar que los restos de los tripulantes se encuentran todavía en la embarcación.
Por desgracia, parece que el destino de estos marineros fue peor incluso que el de morir de un disparo desembarcando en Normandía. ¿La razón? Que, según el buzo italiano, es posible que el submarino se hundiese con aire en su interior y acabara asfixiando lentamente a los tripulantes.
Con todo, el italiano ha afirmado que todavía no ha podido corroborar que se trate del P-311 y que, tanto él como Paola Pegoraro (patrocinador de sus inmersiones) lo suponen porque han podido ver en el casco de la nave dos torpedos Chariot.
Los Chariot eran una variante de los denominados «torpedos humanos». Consistían en unos pequeños submarinos de 10 metros de largo y 1 de diámetro que estaban cargados con un pequeño explosivo magnético. La idea era que dos buzos salieran de su submarino (normalmente en plena noche) en esta nave en dirección a un buque enemigo. Al llegar, tras navegar lentamente, debían pegar las bombas al casco, poner un temporizados, y huir antes de que todo explotara.
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